El 6 de febrero de 2023, un devastador terremoto de magnitud 7.8 golpeó el sureste de Turquía y el noroeste de Siria, causando una catástrofe humanitaria sin precedentes. A medida que las primeras luces del día revelaron la magnitud de la destrucción, miles de edificios se habían desplomado, dejando un panorama desolador.
Se estima que más de 50,000 personas perdieron la vida y cientos de miles resultaron heridas, mientras que millones quedaron desplazadas.
Las réplicas continuaron durante días, agravando la situación y dificultando las labores de rescate. Las comunidades, ya frágiles por años de conflicto en Siria, enfrentaron la pérdida de hogares y medios de vida, lo que intensificó la crisis humanitaria en la región. Organizaciones internacionales y gobiernos comenzaron a movilizarse para brindar ayuda, pero el alcance de la tragedia fue abrumador.
La comunidad global se unió en un esfuerzo por apoyar a los afectados, resaltando la necesidad urgente de asistencia médica, refugio y suministros básicos. Este terremoto se convierte en un recordatorio de la vulnerabilidad de la región frente a desastres naturales.